la brisa fresca de los parques
en otoño
fue tu nombre.
Los naranajos repletos de azahar
fueron tu nombre.
Cuando venían los aires plateados
del sur,
tú venías con ellos sin remedio.
También cuando venían
tus manos
y las sílabas que solías susurrar
venían los olores de la tierra
cruzando los océanos del tiempo.
Pero un día tu nombre llegó solo,
como una balsa sin su náufrago
y ya no dolió más.
Y pude pasear
entre los eucaliptos
y renombrar por vez primera
todo lo que fue nuevo antes de ti.
AUTORA: María Eugenia Reyes
LIBRO: Revista Númenor, nº21