domingo, 1 de septiembre de 2013

Necesito... me disculpen.

Hay una sed que me hace humano. No porque no lo sea sin esa sed, sino porque cuando reconozco que la siento puedo vivir más presente a todo lo que nos humaniza: a los que me rodean y a mí.

Al fin y al cabo sigue en mí esa intuición de crear espacios. Sí. Crear espacios en los que la vida pueda crecer y no haya necesidad de esconderse u ocultarse, porque no hay miedo al rechazo o a la incomprensión. El fuego de esa pasión está calentándome por dentro desde hace un tiempo. Aún es muy tenue y tengo la impresión de que cualquier brisa lo puede apagar y hacer que lo pierda de vista. Pero es lo suficientemente real como para que me atreva a escribirlo aquí.

Necesito que tú me escuches y no te enfades conmigo si no tengo claro lo que hacer, que para algo eres mi novia. Necesito que no os alejéis si no puedo ser todo lo bueno que habíais soñado que sería, que para eso sois mis padres. Necesito que no me juzgues si digo o hago algo con lo que no estás de acuerdo, puede ser que esté aún algo rezagado y no comprenda lo que tú ya ves o puede ser que vaya por delante. Necesito que prefieras estar conmigo a salir con otra gente, que para algo eres mi hermano. Necesito que no des más crédito a las mentiras que otra persona está diciendo sobre mí, que para algo eres mi amigo. Necesito que me hagas una pregunta estimulante que me haga salir de este atolladero, que para algo eres mi profesor. Pero lo que de verdad necesito es que pongas tu amor, tu luz y tu fuerza en todos nosotros, que para algo eres Dios. Y que me perdonen la novia, los padres, los amigos, el hermano, el profesor y todas las personas a las que les exijo lo que sólo Tú puedes darnos. Otra cosa es que Tú te hagas presente en la vida de algunos para llegar a la vida de muchos otros que te esperamos, que te necesitamos y que te buscamos (la mayoría de las veces sin saberlo) detrás del rostro de quien tenemos al lado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario