viernes, 1 de mayo de 2015

EL ALMA HUMANA NACE ENAMORADA - E. Cardenal



"El alma humana nace enamorada. Pero no ve al amado de quien está enamorada, y como hay un reflejo de ese amado en todo lo creado, uno desde que nace tiende a abrazar todas las cosas. El niño tiende sus bracitos ávidos hacia todo lo que ve, y quiere llevar a la boca todo lo que toca, y todo lo quiere tocar y tragar. Después cuando crece se abraza a sus juguetes y ya hombre continuará siempre abrazado a todas las cosas. Pero no se sacia nunca, porque lo que uno abraza no es Dios: a no ser que uno un día se desprenda de las cosas y abrace a Dios. 

Pero a Dios sólo se le encuentra en la nada. Allí donde ya no hay cosas está Dios. 

Las cosas no pueden poseerse, y con ellas estaremos siempre insaciados. “¡Oh mundo, no poder abrazarte lo bastante!”, exclama Edna Saint Vincent Millay, la poetisa que cantó tanto los abrazos. Y ésta es la grana angustia del corazón humano, el desear poseer el mundo y no poder poseerlo (las estrellas hicieron llorar a Alejandro por no poder conquistarlas). Y deseamos poseer el cuerpo humano en el amor, y tampoco ñel puede nunca poseerse totalmente. Sólo aDios podemos abrazar, porque los brazos del alma humana hansido creados para abrazar el infinito y nada más. 

Ni el mundo ni la mujer pueden ser abrazados ni abrazar, y ni el mundo ni la mujer sacian sino que sólo Dios es el único que sacia. 

Dios da la dicha del placer sin necesidad del placer, y la embriaguez del vino sin beber vino. En Él está la esencia de la embriaguez. Él es todos los placeres y alegrías y deleites, y todo el amor, pero en un grado infinito, no como las sombras de placeres y alegrías y deleites y las sombras del amor que nosotros hemos perseguido. 

En Él están concentrados la belleza de todas las mujeres y el sabor de todas las frutas y la embriaguez de todos los vinos y la dulzura y la amargura de todos los amores de la tierra, y probar una gota de Dios es quedar loco para siempre. 

Un hombre que ha probado una gota de esa dicha ya no puede seguir llevando la misma vida de antes, asistir a su oficina todos los días y mantener las convenciones sociales, sino que es un hombre que se vuelve loco y hace disparates: puede salir a la calle en harapos o con un cucurucho en la cabeza para que se rían de él, o predicar en las calles, o encerrarse por el resto de sus días en una celda, o besar a los leprosos. Es lo que la gente llama una “conversión”. 

Amarte es ahora la única razón de mi existencia  y mi única profesión y mi único oficio. Me he entregado a Ti con la misma pasión con que antes me entregué a la belleza de las muchachas y me he rendido a Ti como me rendía antes a ellas y me he dado por entero a Ti como me daba a ellas. Y sé que me amarás y saciarás mi sed de amor como no me amaron ni me saciaron ellas. Y sé que encontraré en Ti los rasgos bien conocidos de todos los rostros bellos que yo he amado en mi vida. Te amo con el amor que tuve para todas las creaciones de tus manos, y especialmente con el amor que tuve para las muchachas, las más bellas de tus creaciones, a las que antes amé con la vehemencia y la intensidad del amor a Dios (las amé como a Dios) y a las que ahora yo ya no amo. Ha quedado el amor, pero ya desapareció  aquel objeto amado. Ha quedado sólo la sed, el ardor de un sahara, un hambre de amor que es casi cósmica, una ansia insaciable, un corazón vacío. Todos mis amores han muerto, y no queda más que el vacío. Todos mis amores han muerto, y no queda más que el tuyo, el amor a Ti a quien ahora amo con todo el amor. Ten compasión de mi corazón vacío."


Ernesto Cardenal.
Texto extraido de su libro "Vida en el amor" (Minima Trotta, 1ª edición, 1997)

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